A veces, recuerdas tu estancia en algunas ciudades de manera especial. Quizá no tanto por su belleza sino por las experiencias vividas. Y en esas experiencias destacan las personas. No puedes imaginarte una ciudad sin una persona, y casi ni la persona sin la ciudad. Y esa simbiosis te hace rememorar instantes, rincones y sensaciones.
Una de estas personas pasaba este fin de semana en Quito. Esta mañana leía sus impresiones antes de que iniciara su retorno a Europa. Triste y meláncolico imaginaba con sus palabras mirando a través de sus ojos las calles de la ciudad, el bullicio, la gente, los cafés, las montañas... Miraba, impotente, porque no podía aparecer delante de sus ojos, compartiendo sus pasos. Sólo detrás, imaginando.
Miro por la ventana. Oigo la música de Satie. Y pocas veces una música van tan acorde con el espiritu que la escucha. Melancólica pero serena. Y la melodía se pierde, no encuentra final, se mantiene incierta. Incierta como mis pasos, mi mirada y mi futuro.
1 comentario:
Es increíble cómo los recuerdos que tienes de un lugar varían según las personas a las que conociste. Hay ciudades normales, quizá hasta tirando a “feas” arquitectónicamente hablando que te parecen las más bellas por las experiencias que has vivido. Lo mejor, es poder regresar allí y darte cuenta de que jamás perderán el encanto, ni tú esos recuerdos.
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