Este martes pasado, asistí a una reunión con el coordinador de las NNUU en Ecuador y los representantes de todas las agencias. Tuve la suerte de que en ese momento acababa de crear el logo del grupo UNETE (United Nations Emergencies Team Ecuador) y estaba estableciendo las líneas generales de la nueva página Web del grupo de Emergencias, por lo que me ofrecieron tener un espacio para exponerlo, así como los objetivos que pretendía cubrir dicha página.
Fue un gran reto tener la oportunidad de tener un espacio de tiempo de exposición delante de todos los jefazos, cuando reuniones como esa hay dos o tres máximo cada año. Me vestí en traje para, aunque fuera el más joven de la reunión, aparentar cierta “presencia”. Momentos antes pensé en si me pondría nervioso hablando delante de estas autoridades. Empecé a intentar recordar si alguna vez me habían presentado y había tenido que hablar delante de gente que ocupaba cargos tan importantes. Curiosamente, lo primero que recordé fue momentos que había pasado en el conservatorio junto a mi profesor Diego. Muchas veces, en sus clases, conciertos o cursos, de repente, me presentaba a artistas de una talla excelente. Quizá a algunas de dichas personas les conocieran sólo unos pocos y probablemente no muchos lo/a consideraran una autoridad. Sin embargo, me infundían un respeto tan grande que me era imposible decir palabra. Me limitaba a escuchar. Era como si cada palabra que les oyera se me quedara grabada y en la vuelta a casa fuera saboreando y reflexionando lo que habían estado hablando. Ese respeto provenía de lo que significaba esa persona, del trabajo que había realizado, de la coherencia, belleza y sabiduría que desprendían sus palabras. También como no, de lo que Diego me había enseñado sobre ellos.
Llegué a una breve conclusión, que el respeto y nerviosismo que debía tener dependía fundamentalmente de la categoría de las personas a las que iba a hablar y muchas veces no tanto de su cargo, ya que a veces no llega más arriba políticamente el que más sabe. Así que, como la ignorancia es la madre del atrevimiento, y realmente las caras de esas personas no las asociaba con nada, me levanté y solté mi breve retahíla ensayada. La reunión siguió, con más gente explicando el plan de emergencias. Acabó y me fui. Nadie me dijo nada. ¿Será buena o mala señal? En fin, sigamos a lo nuestro.
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