Hace unos fines de semana, mientras hacía turismo por el norte de Ecuador, tuve la suerte de encontrarme una fiesta indígena en una comunidad. La fiesta se debía al aniversario de la muerte de Monseñor Leonidas Proaño. Dicho religioso había luchado por los derechos de los indígenas y por ello se le rendía tributo.
La raza indígena de la sierra andina ha estado siempre discriminada. Desde los tiempos de la colonización española, donde eran esclavizados y considerados como mulas de carga, hasta nuestros días. Hoy en día, en el Ecuador se ha avanzado en algunos de sus derechos pero siguen existiendo racismo y exclusión.
No deja de sorprenderme las condiciones de vida tan duras que soportan en muchas ocasiones. Los indígenas que viven en las montañas suelen tener los rostros quemados por los aires gélidos de la sierra. Cultivan sus patatas y sus productos en laderas con pendientes de vértigo. Algunas cabañas donde viven son desoladoras por sus condiciones mínimas de higiene. Muchos de los indígenas que viven en la periferia de la ciudad acuden a vender sus productos en los semáforos de la urbe. De algún modo, da la sensación como si las personas de raza indígena fueran ciudadanos de otra categoría que viven en otras condiciones. Quizá esté generalizando de un modo negativo pero creo que no me equivoco mucho. Otros indígenas se dedican a la artesanía y sus mercados deleitan por la viveza de colores.
Monseñor Leonidas Proaño luchó durante su vida porque los indígenas tuvieran los mismos derechos que cualquier otra persona y los apoyó para que también afianzaran su propia cultura. Por ejemplo, la iglesia de la comunidad donde estaban de fiesta, tenía en sus vidrieras rostros de líderes indígenas y en el altar, en vez de tener un retablo o un Jesucristo tenía un gran ventanal por el que se podía contemplar la cima de la montaña Imbabura, de 4600 metros, que da nombre a la provincia. Este afianzamiento de su propia cultura me parece muy reivindicativo. A los indígenas, se les robó parte de su cultura imponiéndoles una cultura extraña a ellos. Esto se puede ver por ejemplo, en la película peruana “Madeinusa”. En ella, una comunidad celebra como una de sus principales fiestas la muerte y resurrección de Jesucristo. Dado que dicha fiesta no es parte de su patrimonio cultural sino que fue impuesto durante la colonización española no se tiene una conciencia clara e histórica del porqué de estas tradiciones. Entonces dicha comunidad durante los dos días entre la muerte de Jesucristo y su resurrección creen que Jesús no los puede ver por lo que durante esos dos días el pecado no existe y pueden emborracharse, cometer violaciones, incestos…
En las fotos de la fiesta a la que pude asistir se ven corros de indígenas que ofrecen su comida como tributo al religioso homenajeado. Es curioso como además del pollo asado y otras comidas, las mujeres ofrecen la cocacola y el sprite como parte de sus ofrendas.
Es fácil identificar a los indígenas por sus vestidos. Su característica vestimenta es parte de su cultura. Las mujeres mayores aparecen muy elegantes con sus sombreros. Y, por desgracia, es común ver a chicas demasiado jóvenes con sus bebés que tienen amarrados a sus espaldas con telas entrelazadas.
Siempre he pensado que para mi sería muy complicado vivir en sus condiciones y poder integrarme en su cultura. Sería pura supervivencia.
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