martes, 23 de septiembre de 2008

Supervivencia Indígena

Supervivencia Indígena, del blog Desde el Ombligo del Mundo

Hace unos fines de semana, mientras hacía turismo por el norte de Ecuador, tuve la suerte de encontrarme una fiesta indígena en una comunidad. La fiesta se debía al aniversario de la muerte de Monseñor Leonidas Proaño. Dicho religioso había luchado por los derechos de los indígenas y por ello se le rendía tributo.

La raza indígena de la sierra andina ha estado siempre discriminada. Desde los tiempos de la colonización española, donde eran esclavizados y considerados como mulas de carga, hasta nuestros días. Hoy en día, en el Ecuador se ha avanzado en algunos de sus derechos pero siguen existiendo racismo y exclusión.

No deja de sorprenderme las condiciones de vida tan duras que soportan en muchas ocasiones. Los indígenas que viven en las montañas suelen tener los rostros quemados por los aires gélidos de la sierra. Cultivan sus patatas y sus productos en laderas con pendientes de vértigo. Algunas cabañas donde viven son desoladoras por sus condiciones mínimas de higiene. Muchos de los indígenas que viven en la periferia de la ciudad acuden a vender sus productos en los semáforos de la urbe. De algún modo, da la sensación como si las personas de raza indígena fueran ciudadanos de otra categoría que viven en otras condiciones. Quizá esté generalizando de un modo negativo pero creo que no me equivoco mucho. Otros indígenas se dedican a la artesanía y sus mercados deleitan por la viveza de colores.

Monseñor Leonidas Proaño luchó durante su vida porque los indígenas tuvieran los mismos derechos que cualquier otra persona y los apoyó para que también afianzaran su propia cultura. Por ejemplo, la iglesia de la comunidad donde estaban de fiesta, tenía en sus vidrieras rostros de líderes indígenas y en el altar, en vez de tener un retablo o un Jesucristo tenía un gran ventanal por el que se podía contemplar la cima de la montaña Imbabura, de 4600 metros, que da nombre a la provincia. Este afianzamiento de su propia cultura me parece muy reivindicativo. A los indígenas, se les robó parte de su cultura imponiéndoles una cultura extraña a ellos. Esto se puede ver por ejemplo, en la película peruana “Madeinusa”. En ella, una comunidad celebra como una de sus principales fiestas la muerte y resurrección de Jesucristo. Dado que dicha fiesta no es parte de su patrimonio cultural sino que fue impuesto durante la colonización española no se tiene una conciencia clara e histórica del porqué de estas tradiciones. Entonces dicha comunidad durante los dos días entre la muerte de Jesucristo y su resurrección creen que Jesús no los puede ver por lo que durante esos dos días el pecado no existe y pueden emborracharse, cometer violaciones, incestos…

En las fotos de la fiesta a la que pude asistir se ven corros de indígenas que ofrecen su comida como tributo al religioso homenajeado. Es curioso como además del pollo asado y otras comidas, las mujeres ofrecen la cocacola y el sprite como parte de sus ofrendas.

Es fácil identificar a los indígenas por sus vestidos. Su característica vestimenta es parte de su cultura. Las mujeres mayores aparecen muy elegantes con sus sombreros. Y, por desgracia, es común ver a chicas demasiado jóvenes con sus bebés que tienen amarrados a sus espaldas con telas entrelazadas.

Siempre he pensado que para mi sería muy complicado vivir en sus condiciones y poder integrarme en su cultura. Sería pura supervivencia.





lunes, 1 de septiembre de 2008

Ecuador y su Constitución

Ecuador y su Constitución, del blog Desde el Ombligo del Mundo

El pasado domingo, me despertaron a las 7:30 los primeros cánticos en la calle. ¡No podía ser verdad! Parece que estaban al lado de mi cama. En un primer momento, pensé que serían los monitores que practican aeróbic en el parque del que os hablé. A veces, suben tanto el volumen de los altavoces que un par de barrios a la redonda podrían hacer ejercicio en sus propias casas. Sin embargo, no eran ellos. Había diferentes músicas... Hasta que oigo la frase fatídica: ¡Vota Sí! No puede se Debe ser una manifestación por l
a votación de la próxima constitución. Pero si son las 7:30 de la mañana. ¿Por qué en este país amanece tan pronto?

Ecuador, en un proceso de cambios, votará por su nueva constitución el 28 de septiembre. Votará Sí o No, por el nuevo texto diseñado por la Asamblea Constituyente creada hace unos meses. Tanto el gobierno de Rafael Correa como los grupos de poder de la oposición lanzan sus campañas para tratar de convencer a la población. Esta vez, tenía a una manzana de mi casa una manifestación con conciertos y demás parafernalia, organizada por los movimientos a favor del Sí. Tenía curiosidad, así que una vez que maldije la constitución por darme estos despertares, me calmé y bajé a ver que se cocía. Y lo que se estaba cocinando era bien suculento.

La campaña por el Sí, además de apoyada por el Gobierno, viene respaldada por numerosos movimientos sociales de todo el Ecuador. Así que, traídos por decenas de autobuses, numerosos ecuatorianos de toda la República deambulaban por el recinto establecido. Todo un espectáculo de folklore se mezclaba en esa amalgama de razas, culturas, y vestidos. Ecuador, a pesar de ser un país pequeño en extensión, posee una diversidad cultural espléndida. Ecuatorianos indígenas, mestizos, afroecuatorianos… caminaban juntos mostrando orgullosos sus culturas e identidades. Se saludaban y se preguntaban sonrientes de donde eran unos y otros cuando sus estandartes no lo hacían evidente. Esta gente me estaba dando todo un recital de pluralidad, unidos por una causa compartida en un presunto beneficio para su país.

Aún me falta bastante por leer y por entender en su contexto para balancearme por una u otra postura. Pero lo que sí está claro es que éste es el tema estrella de conversación de los ecuatorianos en estos días. Comiendo con algunos compañeros escucho con atención sus comentarios al respecto. Debo rescatar lo esbozado una compañera.

Digamos que dicha persona es de clase media-alta ecuatoriana y discutíamos sobre las votaciones. Me pareció impactante que me contara que los policías y militares no pueden participar en procesos electorales en el Ecuador . Es decir, no pueden votar. Ella requería que esto no debía de cambiarse tampoco ahora en la nueva constitución. Yo intenté argumentar que, independientemente y al margen del oficio de cada individuo y de su correspondiente profesionalidad al respecto, cada persona es ciudadana y por tanto le corresponde el derecho del voto. Por tanto, un policía y un militar son profesionales al servicio del estado y que cumplen con su deber, pero que fuera de su oficio son ciudadanos, con su manera de pensar, por lo que debían de tener ese derecho. Tres argumentos me echaron en contra: Primero, que a dichos funcionarios les podía “comprar” cada correspondiente gobierno, con subidas de sueldo, etc. Y que por tanto, su decisión estaba condicionada al gobierno de turno por lo que no debían votar. Y ya no digamos los militares, cuya disciplina y poder al frente del gobierno les haría votar siempre a favor del mismo. En segundo lugar, me acusaron de no poder comprender la situación ya que no podía situar el contexto que trae el poder militar en este país. En tercer lugar, nunca habían votado por lo que no tenían porqué hacerlo ahora. Sobre este tema seguimos debatiendo, aunque me ahorro más comentarios (quedan a su disposición) para poder relatar cómo continuó la conversación.

Para poner en un extremo su argumento, le dije que entonces para ella habría que hacer una democracia como en los orígenes griegos, en que sólo votaban aquellos considerados ciudadanos (aquella gente con ecuación, dinero, poder…), mientras que el resto de la población no tendría acceso. Y ella me contestó: "Pues claro…" Todos esos indígenas o gente pobre que son analfabetos y que no han tenido acceso a la educación no deben votar, ya que el gobierno va a las comunidades y les compra regalándoles una camiseta (en este caso, la chica estaba del lado del no). Lamentablemente, esta persona trabaja en Naciones Unidas y yo no me podía creer lo que estaba escuchando.

Entonces, aquella mañana dominical, me acordaba de esta chica cuando veía a gente humilde y diversa y evidentemente pobre, reclamar por ciertos derechos. A la vez que respaldaban el Sí, portaban carteles en los que se podía leer “Yo también quiero poder ir al hospital”, “Por una educación gratuita”, “Todos tenemos derecho a la salud”, “Nutriendo el desarrollo”… Recordaba a mi compañera hablando sobre temas jurídicos, sobre quien debía votar, sobre la mala constitución y me preguntaba viendo lo que cada uno reclamaba. ¿Quién tenía entonces mejor educación? ¿Quién buscaba las cosas más importantes en la constitución? ¿Quién tenía mayor conocimiento de lo que significa una sociedad que progrese de manera justa y solidaria hacia el desarrollo? ¿Quién posee el derecho del voto?...

En fin, otro día expondré lo bueno y malo de esta nueva constitución. Esa mañana, la disfruté con mi cámara, lástima que cuando el vicepresidente se puso a cantar en el escenario se me acabó la batería. Pensé entonces que ya era suficiente y era hora de volver a dormir un poco.