Llego algo antes para intentar hacerme con una entrada, cosa bastante difícil, dada la popularidad de las dos orquestas y del edificio. Al ponerme en la cola una señora me pregunta: - “Möchtest du ein Geschenk? “ (¿Te gustaría que te dieran un regalo?) -. – “Ja, klar” ( Si, claro) – la contesto. Así que la señora abre su bolso y me saca una entrada y me la regala. ¡Qué fuerte! La verdad que el día no había sido nada bueno así que me dio una gran alegría. Como voy un poco adelantado, entro en el recinto para darme una vueltita y como no, curiosear cada rincón. La formas asimétricas e irregulares predominaban, hasta el punto de no saber exactamente qué ruta seguir. Caminé sin rumbo observando las fotografías que se mostraban. Eran retratos de los músicos que habían tocado allí. No hay que decir que estaban todos los grandes. Observando aquellas fotografías en blanco y negro sentí de algún modo la sensación de hallarme en un lugar sagrado. Un lugar donde personas con un don más allá de lo natural han transmitido a través de la música una belleza casi divina. Sus rostros y sus gestos fotografiados denotaban sabiduría y sensibilidad .Me infundían una sensación de respeto y de admiración que de algún modo me hacían concentrarme y preparar mis sentidos para escuchar el concierto.
Una vez recorrido el exterior decidí entrar en lo que es en sí la sala de conciertos.- Wow!-. Mi primera reacción fue de asombro y como acto reflejo saqué la cámara para empezar el reportaje fotográfico de turno. La sala tiene forma de pentágono. Los asientos ofrecen excelentes posiciones para ver el escenario considerando la altura que se incrementa irregularmente de los asientos. El escenario está en medio de la sala y proporciona una extraordinaria atmósfera tanto para los artistas como para el público. La acústica es sencillamente excelente. Se dice que se puede distinguir cada una de las voces e instrumentos desde cualquiera de los asientos, tanto cercanos como lejanos .
El programa era en primer lugar :“On the Transmigration of Souls” de John Adams.Esta obra fue estrenada el 19 de Septiembre de 2002 en Nueva York, bajo la dirección de Lorin Maazel con motivo de homenaje a las víctimas 11 de Septiembre del 2001. La obra empieza de manera electroacústica, con sólidos de ambulancias y policías, el ruido aumenta y una voz aparece entre el barullo exclamando: “Missing… remember…we will miss you… […]”. La orquesta comienza a sonar, transmitiendo mediante distintos timbres, intensidades, texturas… sentimientos acerca de aquella catástrofe.¡Cojonuda!
En segundo lugar, se interpretó el concierto Nr.20 para piano y orquesta de Mozart. Cambiando totalmente a una atmósfera tremendamente agradable.¡De puta madre!
En el descanso, me quedé sentado hablando con la señora de mi lado, que era quien me había regalado la entrada. Al parecer era una apasionada del edificio de la Philharmonie, de su orquesta y de sus conciertos. Yo la hablo un poco de España y comparo cosas que me gustan de las representaciones de Berlín con las de España. La señora me dice: “Bueno, yo he estado en Alicante, en la Costa Blanca y allí Madre mía, es increíble”- termina indignada. “¿Qué pasa?”- pregunto. “Pues que allí hay una escasa oferta cultural” – me dice. Joder la tía, qué espabilada. Pero luego me expuso su teoría de porqué estaba extrañada. Ya que según ella, mucho alemanes y holandeses jubilados se han comprado casas en dicha costa. Y por ejemplo en Valencia dice que se han potenciado muchísimo los conciertos y demás representaciones culturales (dice que va a menudo Lorin Mazel) ya que muchos de estos “turistas asentados" pagan gustosamente toda esta clase de actos.
La segunda parte del concierto se trató de la Sinfonía Nro.3 “Kaddish” de Leonard Bernstein. El “Kaddish” es uno de los rezos principales de la religión judía .Una alabanza al Eterno, en la cual se lo ensalza y engrandece hasta el límite que la persona puede hacerlo en su relación con Él. La obra la recomiendo. Era la primera vez que la escuchaba y me impresionó.
El concierto había colmado las expectativas. Con dos horas repletas de música contrastada, pasando por sentimientos y estados de ánimo diferente. Creo que me estoy “mal acostumbrado” en Berlín a acudir a conciertos que nunca te dejan indiferentes y que te dejan a la salida la sensación de haber disfrutado de una verdadera obra de arte.
Al acabar me fui para casa. Como no, en bicicleta. Recorriendo con una sonrisa el centro de Berlín. Sin apenas semáforos y por mi carril bici pedaleando sin parar contemplando la ciudad durante la noche.
Sigo en Berlín, y sin embargo, ya la estoy echando de menos.
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