Si recibes este mensaje es que quería compartirte (probablemente lo sabías) que estos últimos diez días estuve de retiro `Vipassana’ y te escribo unas breves palabras para resumirte mi experiencia ya que siento que se me hará extraño verbalizar algo que solo se llega a entender realmente a través de la propia vivencia personal.
Vipassana tiene una etimología similar a ´visión lúcida” y es una técnica de meditación que proviene del budismo usada en India, antigua Birmania, etc. Consiste en pasar diez días meditando en silencio sin poder tener una comunicación verbal, física ni de contacto visual con el resto de las personas a tu alrededor. Tampoco se puede leer ni escribir, ya que se busca no conceptualizar nada de lo que te sucede y así te dediques a experimentar por ti mismo el desarrollo de esta vivencia. A estas alturas pensarás que… ¡vaya locura! Con cierta razón, pero te voy contando, ya que ha sido una experiencia compleja, dura, pero rica y fascinante. Es como abrir una ventana nueva en tu propia casa y comprender lo que sucede dentro y fuera con una nueva luz y una perspectiva diferente.
En mi caso, estuvimos en una casa de retiros en la Sierra de Madrid, con otras 17 personas y dos facilitadores. Ellos eran una pareja de españoles: él (Gendo) era monje zen y ella (Elena) terapeuta Gestalt; con varias décadas de meditación a las espaldas. Cada escuela de Vipassana tiene ciertos matices diferentes, bien siendo más estrictos o más flexibles en otras normas añadidas (mantenimiento fijo de las posturas durante la meditación, limitación del ejercicio físico, código de vestimenta, etc) o añadiendo algún aspecto diferente en los horarios. En nuestro caso, realizábamos once meditaciones diarias de cuarenta minutos cada una con breves espacios de descanso entre las 7:15 a.m. y las 10:00 p.m. La comida era siempre vegetariana, y por cierto, exquisita. Al final del día, antes de la última meditación, se hacían 15 minutos donde los facilitadores daban unas breves instrucciones de la práctica para el siguiente día y posteriormente algunas personas podían pasar brevemente a hacer una pregunta o reflexión sobre la meditación. Algo que, para mí, que era muy novato en esto, fue tremendamente instructivo para poder digerir todo lo que vivía y experimentaba.
En nuestro primer día, recuerdo las primeras palabras de Gendo: ´Aquí hemos venido única y exclusivamente a SENTIR; y a través de la auto observación y la meditación lo iremos consiguiendo´.
Tenía varias razones que me llevaron a este tipo de retiro. Buscaba poder parar por un tiempo. Al comienzo, Gendo nos dijo: “os habéis dado un regalo, habéis venido aquí a no hacer NADA (más allá de meditar…)”. Me recordaba las palabras de mi madre: “hijo, qué bien te va a venir, por fin te tomas unas vacaciones para descansar de verdad”. Además, buscaba en este tipo de experiencia nuevas herramientas para mejorar la atención y concentración. El modo de vida actual nos conduce a “la mente del mono”. Donde nuestros pensamientos van continuamente saltando de un pensamiento a otro, reduciendo enormemente nuestra capacidad para sostener nuestra atención en algo. Un problema no sólo mío, sino que observo regularmente en la Universidad y en mi entorno. También me intrigaba conocer los efectos de la meditación. A veces lo había probado, y más allá de cierta relajación (o somnolencia...) nunca había entendido su objetivo y los “poderosos efectos” de los que suelen hablar, especialmente desde muchos estudios científicos. Además, muchas personas acaban aquí buscando respuesta a nuevas preguntas que se nos plantean en la vida a través de crisis personales, pérdidas, rupturas, cambios buscados, etc. Por último, varios amigos/as me lo habían recomendado como una experiencia que hay que experimentar al menos una vez.
La Vipassana, como técnica, te va guiando a través de distintos enfoques de atención durante la meditación a medida que van pasando los días. Por ejemplo, los tres primeros, nos concentramos en meditar poniendo nuestra atención únicamente en la respiración. Concentrarnos en la inhalación y la exhalación de manera continua es algo sencillo pero complicado. Muchos pensamientos te vienen a la mente y comienzas a divagar perdiendo la atención; también aparecen dolores muy fuertes al intentar mantener la postura; etc. Este ejercicio sobre la fijación en nuestra respiración entrena a la mente a sostener nuestra atención, pero además, esta especie de gimnasio mental adquiere poco a poco niveles más sofisticados y a la vez fascinantes.
Por un lado, nos ayuda a aprender a observar esos pensamientos o imágenes que nos llegan a la mente y que nos generan emociones. Al comenzar a conseguir (muy poco a poco) observarlos, identificarlos y dejarlos ir, manteniendo nuestra concentración en la respiración, nos comienza a ayudar a entender que no debemos dejarnos identificar por nuestros pensamientos y las emociones que nos generan. Nos entrena a desapegarnos de ellos y por tanto a sentir nuestro propio SER. Somos más allá de los conflictos personales, de esa frustración en el trabajo, de la pelea que tuviste por esto o aquello, etc.
Por otro lado, como os decía, el mantenimiento de la postura en la meditación produce unos dolores (en las rodillas, en las piernas, en la espalda) que se van incrementando. Pero al sostener la atención en la respiración de manera intensa, vas consiguiendo soportar ese dolor. La concentración nos ayuda a poder observar ese dolor, a identificarlo y a sentirlo, pero no por ello, a dejarnos llevar por ese sufrimiento. Un compañero nos citaba a Buda al final del retiro -El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional-. Esto en la realidad no es nada fácil, pero me pareció muy interesante experimentarlo una y otra vez a través de las meditaciones y a través de avances muy pequeños, ir entendiéndolo poco a poco. Este dolor físico se puede extrapolar a otras dolencias que padecemos en nuestra vida a través de conflictos, pérdidas, rupturas, etc y nos ayuda a aceptarlos.
A medida que van avanzando los días, van cambiado los enfoques de atención de la meditación, centrándote ya no sólo en la respiración, sino en el sentir de tu cuerpo (no contaré más para no desvelarte la experiencia). Un progreso super apasionante, porque poco a poco y a través de esa percepción directa de tu cuerpo comienzas a tener una mejor consciencia de ti mismo, de tus problemas, etc. Un proceso verdaderamente emocionante y que me hizo sentir igual que un niño que aprende por primera vez a hablar, a gatear, … Un niño que aprende a Sentir…
Este proceso, que quizás te parezca una ralladura mental, es un proceso lento, y a veces soporífero, doloroso, ininteligible… Y en este proceso, aparece la Compasión hacia a ti (ya que una y otra vez pierdes la atención y vuelves a esforzarte por volver a sostenerla). A través de esa calma y autoconocimiento, llegas a la compasión y al amor: un amor universal, un amor a ti mismo, un amor hacia todas nuestras personas queridas, un amor al mundo que nos rodea.
Al final de todo, este proceso se reduce a eso, al Amor. Ya que la consciencia de nuestro sentir y nuestro autoconocimiento nos otorga libertad para Amar sin fisuras.
En fin, ya me veis… no creáis que me he vuelto loco. Ayer volví a casa y en 24 horas vuelvo a la rutina, a cometer los mismos errores, los mismos pensamientos, … Pero quizá hay una nueva luz, un nuevo camino, un lugar en el que estuve al que se puede volver…. La meditación.
Vipassana no ofrece un resultado, sino que te ayudar a comenzar o mejorar un proceso continuo, largo y nada fácil… Es por ello, que aconsejan meditar todos los días para mantener esa consciencia e ir mejorándola. Os iré contando…
Quería compartiros este nuevo camino que aparece y me ha llevado a pensaros y a amaros aún más.
Borja Santos Porras