lunes, 25 de agosto de 2008

Confusiones lingüísticas

Confusiones lingüísticas, del Blog "Desde el Ombligo del Mundo"

A pesar de compartir el mismo idioma, el transcurso del tiempo y la influencia de extranjerismos han hecho que a veces el significado de ciertas palabras sea diferente. Este hecho provoca a veces ciertos malentendidos. Y es que para vivir en Ecuador hay que aprender "Ecuañol" si no quieres tener alguna que otra confusión lingüística.

(Debido a que estos días he estado fuera en talleres de formación rescato este post del blog: "Diarios del Monde ")

Ecuatoriano: Señor, tendría la amabilidad de pararse.
Borja: Claro, claro pero parado estoy.
Ecuatoriano: Caballero, no sea malito, y párese.
Borja: Señor, le digo que no me estoy moviendo.
Ecuatoriano: Señor, que se levante, no más.
---> Pararse = levantarse

Ecuatoriano: Señor, usted lo que necesita es un ojo mágico.
Borja: Tranqui, que con los dos que tengo me es suficiente.
Ecuatoriano: No señor, ahorita se sentiría más seguro en su casa si tuviera un ojo mágico.
Borja: Si, ¿no? De estos que atraviesan la ropa…
Ecuatoriano:Con el ojo mágico podría ver la gente que llama a su casa
---> Ojo mágico = mirilla de la puerta de la casa

Ecuatoriano: Señor, no me friegue durante un rato que estoy ocupado.
Borja: No sé qué te voy a fregar, si no te he ensuciado nada. Ya lo fregara usted cuando se desocupe
Ecuatoriano: De verdad, no me moleste…
---> Fregar: molestar

Ecuatoriana: Venga Borjita, lo mejor es que vaya a buscar el carro.
Borja: Bueno nena, sé que estamos en Ecuador, pero en carro no llegamos nunca. Mejor pillemos un taxi
--->Carro: coche

Camarera ecuatoriana: Señor, ¿qué desea para comer?
Borja: No sé, ¿qué me recomienda?.
Camarera ecuatoriana: Señor, ¿tengo un chocho estupendo?
Borja: Upsss… señora no lo dudo, pero no cree que es usted un poco atrevida
Camarera ecuatoriana: No sea malito y pruebe mi chocho, no se arrepentirá.
Borja: Me ha visto cara de necesitado o qué…
---> Chocho: Especie de maíz aplanado

Ecuatoriana: jajaja, es usted un chico del putas
Borja: Pero qué putas ni qué leches, que no soy de los que piensas
---> Del putas: persona cojonuda

Ecuatoriano: Borja, ¿pareces un poco abombado?
Borja: Será por los manjares que me meto no te fastidia, pero si aquí estoy adelgazado.
---> Abombado: aburrido qué abombe: qué aburrimiento

Ecuatoriano: ¡Qué pleno!
Borja: ¿Qué pasa?, ¿qué ya tienes bingo?
---> ¡Qué pleno! = ¡Qué guay!

Ecuatoriano: Hombre Borja, qué elegancia que vas de terno
Borja: ¿Terno?... no hombre hoy de binario, ¿no ves?...uno,dos…uno,dos….
---> Terno: traje

Continuará...

lunes, 18 de agosto de 2008

¡Vámonos al parque!

Vámonos al parque, del Blog Desde el Ombligo del Mundo

El gran diccionario de la Lengua Larousse define la palabra parque como:

Parque (del latín. Parricus, terreno cercado y con plantas, para recreo)
Lugar de recreo público o privado, con arbolado y plantas ornamentales

Y la RAE lo define como:
m.Terreno destinado en el interior de una población a prados, jardines y arbolado para recreo y ornato.

Cuando vivía en Berlín descubrí la esencia del significado de los parques en la ciudad. Aquellos parques en que los protagonistas son las personas y no la altura u homogeneidad del césped plantado. Un lugar para que los ciudadanos lo hagan suyo y sientan como este espacio público les pertenece para ejercer la libertad de su ocio y recreo. Para hacer deporte, hacerte un buen picnic y mejor aún si te llevas la parrilla, para relajarte o hacer tu tabla de yoga o taichi, para tumbarte y tomar una buena cerveza alemana mientras charlas con tus colegas de las dichas o miserias diarias. Berlín para ello es especial.

En Quito, vivo cerca del parque de la Carolina. No es un parque excepcionalmente grande. Aunque lo suficiente para que los ecuatorianos, al igual que los Berlinenes, lo inunden cada fin de semana. Allí acuden quizá, para sin alejarse de la ciudad, sentirse momentáneamente alejados del ruido frenético de las calles quiteñas junto a los árboles, o quizá para convivir con otros ciudadanos, siéndose acogidos y a la vez independientes y libres para disfrutar con la familia o amigos de un tiempo de paréntesis en la lucha diaria por seguir adelante.

Aquí, junto a algún que otro amigo venimos a trotar y hacer un poco de ejercicio, buscando quizá lo mismo que muchos ecuatorianos. Una vuelta al parque es recrearnos con todo un lujo de sorpresas y de diferentes personas disfrutando de su tiempo de mil y una maneras.

Me encantaría tener este tipo de parques en Valladolid. “Zonas verdes” no diseñadas para la galería, ni para que si hacemos un recuento de árboles plantados tengamos una estadística tipo “Somos la ciudad con más árboles y zonas verdes por metro cuadrado”. Parques diseñados para la gente, para que los ciudadanos, relajados y aislados en el interior de la ciudad puedan disfrutar de su ocio. Para que hagan los parques suyos. Como su origen latino, parricus, dice: Un terreno para el recreo.

Para recreo, valgan estas fotos de un domingo cualquiera…


viernes, 15 de agosto de 2008

Males de altura

Males de altura, del blog Desde el Ombligo del Mundo

Si la semana pasada hablábamos de cómo se las gasta Moctezuma. Ahora toca hablar de otro de los asuntos a tener en cuenta cuando andas por Los Andes. Se trata del mal de altura (Mal agudo de Montaña) o también aquí llamado soroche.


Quito se encuentra a 2850 metros de altura sobre el nivel del mar, o como me dijo un día un quiteño a 2850 metros más cerca de las estrellas. El mal de altura empieza a afectar a partir de los 2500 metros, por lo que es posible que alguna persona cuando llegue por estas tierras sienta sus síntomas (Trastornos del sueño –insomnio-, dolor de cabeza, náuseas, agotamiento físico…). En Quito es difícil que sientas todos estos síntomas, aunque sí el del agotamiento físico, especialmente cuando por ejemplo haces ejercicios como subir escaleras. Algún día subí hasta el sexto piso en mi trabajo y cuando llegué tuve que agacharme y empezar a coger aire durante un par de minutos. ¡Qué sofoco!


De todos modos, este trastorno tiene mayor efecto cuando se trata de escalar alguno de estos maravillosos volcanes que delinean el cinturón de fuego que atraviesa Ecuador. Una vez que junto a unos amigos, dormimos a 4800 metros para intentar llegar a la cima del Cotopaxi (5897m) comprobamos que es imposible dormir a estas alturas a no ser que vayas aclimatándote poco a poco. También lo sufrimos en el volcán guagua Pichincha, en el cual subes desde los 3300 metros hasta los 4800 en un solo día. Y es que la gravedad del trastorno está en relación directa con la velocidad de ascenso y la altitud alcanzada. Y si subes demasiado rápido o a demasiada altura en un día empiezas a sentir un dolor de cabeza insoportable. Ahí es cuando te dicen: ¿Estás bien?... ¿Te dio el soroche?


Nunca sabíamos realmente que era el mal de altura. ¿Falta de aire?, ¿falta de oxígeno?… Así que decidí investigar un poco y me parecieron muy interesantes las razones de este mal. Como decía un profesor que tuve, copiar de uno efectivamente es copiar, copiar de varios es investigar. Así que fruto de mi investigación expongo lo más interesante encontrado.


En cuanto a la suposición de que a cuanta más altura hay menos oxígeno, tenemos que desmentir el mito. A mayor altura no significa que tengamos menos oxígeno. La concentración de oxígeno es la misma en la cima del Everest que a nivel del mar, siempre es la misma (21% aprox.) independientemente de la altitud alcanzada. Pero lo que sí cambia es la presión atmosférica. Porque mientras más se asciende, hay menos atmósfera encima y por lo tanto menor fuerza que empuje el oxígeno hacia los pulmones. De hecho, cada 500 metros de ascenso hay 31 milibares menos (los milibares son la unidad de medición de la presión y a nivel del mar hay 760 milibares). Por tanto lo correcto, es decir que la atmósfera limita la entrada de O2: a menor atmósfera sobre nuestras cabezas (es decir, a mayor altura), menor es la presión que empuja el aire hacia nuestras vías respiratorias. Entonces, si no hay Oxígeno, no hay con qué provocar la combustión de los alimentos en nuestro organismo. Y si no hay combustión, no hay energía, pues es la combustión de los alimentos la que nos proporciona la energía para funcionar, por lo que nuestra capacidad física se va deteriorando. Se ha determinado que decae entre un 2 y un 5% cada 300 metros. Entonces se produce la hipoxia, un trastorno en el cual el cuerpo por completo o una región del cuerpo se ve privado del suministro adecuado de oxígeno.


Sin embargo, nuestro cuerpo humano, inteligente donde los haya, actúa para contrarrestar estos efectos…¿y qué hace? Cuando al cuerpo le llega menos oxígeno, ocurre que nuestros receptores internos captan esta carencia y generan una respuesta inmediata a través del sistema nervioso autónomo: se acelera el ritmo respiratorio (hiperventilación) y el ritmo cardiaco, en el intento desesperado de mantener la llegada de O2. Es por eso, que cuando llego al sexto piso tengo que agacharme para respirar lo que pueda y mi corazón parece salirse del pecho. De todos modos, se podría pensar que con acelerar el ritmo respiratorio podríamos paliar la menor llegada de Oxígeno…pero lo cierto es que con esto, el problema no acaba. Porque la hiperventilación no es gratuita.: al hiperventilar, si bien es cierto cumplimos el objetivo de ganar más oxígeno a través de una mayor cantidad de inhalaciones, también es verdad que exhalamos más. Y con ello, perdemos más anhídrido carbónico. De hecho, se pierde más CO2 de lo que ganamos en oxígeno.


Joder, vaya cadena de despropósitos ¿Y qué problema implica el botar CO2 en exceso? Aquí la cosa se pone complicada y cito literalmente:


Como señala el doctor Claus Behn, profesor de Fisiología de la facultad de Medicina de la Universidad de Chile, "como el CO2 es un ácido, cuando se bota mucho y baja su presencia en la sangre, ésta se vuelve más alcalina. Se eleva el PH o equilibrio ácido-base y los fluidos corporales se vuelven alcalinos. Es decir, con una sobreconcentración de bicarbonato (que es la base, mientras que el CO2 es el ácido)". El punto es que cuando se altera el PH, ya sea que se acidifique (es decir, que disminuya), o que se alcalinice (que aumente) como ocurre en la altitud, se producen los trastornos del sistema nervioso que conocemos como "Soroche’’ o “Mal de Altura". El sistema nervioso necesita un PH invariable. Y si hay alteraciones, como sucede en la altura, se producen mareos, vértigo, problemas de visión, dolor de cabeza e, incluso, pérdida de conciencia. Además, mientras la altura provoca una desestabilización del PH, otro fenómeno igualmente perjudicial acontece en la sangre: sigue llegando menos oxígeno al torrente y, por lo tanto, a todos los tejidos, que se quedan sin combustible para poder actuar. En casos extremos, esto puede llevar a un edema pulmonar, o a un edema cerebral agudo.


¡¡Dios mío!! ¿Cómo es posible? Parece que todo está perdido…pero si algo nos enseñó la serie “Érase una vez la vida” es que el cuerpo humano no se da tan fácil por vencido. ¿Es inevitable este colapso orgánico?


El cuerpo es una máquina muy sabia y siempre tiene a mano algún mecanismo de compensación. Y cuando sobreviene el “mal de altura’’, a miles de metros sobre el nivel del mar, se echa a andar la más importante y eficaz fórmula compensatoria: ocurre que los glóbulos rojos, componente fundamental del torrente sanguíneo, poseen una molécula llamada hemoglobina, que es la que transporta el O2 a todo el cuerpo. Entonces, ante el menor ingreso de O2 al organismo que acontece en la altitud,el organismo percibe esta ausencia de O2 como una falta de eritrocitos o glóbulos rojos (transportadores de O2). Y comienza a secretar eritropoyetina (la hormona EPO).


¿Por qué? Porque la EPO estimula a la médula ósea para que produzca más eritrocitos. De manera de, ya que está llegando menos O2 desde el exterior, el organismo disponga de más transportadores de éste, para así poder paliar la disminución. La EPO la conocen bien los ciclistas. Es por eso que el ciclista Tony Rominguer iba siempre a entrenarse antes del Tour de Francia a lugares de mucha altura para provocar de manera natural este efecto.


A mi este descubrimiento de cómo afecta la altura a nuestro organismo me pareció muy interesante. Es por ello que lo comparto. Y algo más curioso todavía, cuando intentamos ascender el volcán Cotopaxi (5987m) observamos que el estado de forma o la preparación física, por excelentes que éstos sean, no previenen el mal de altura en absoluto. Las chicas, sin desmerecer en absoluto, llegaban a la cima en muchas ocasiones mientras que “tiarrones” curtidos de gimnasio y carreras se quedaban en el camino. Lo único cierto, es que se sabe que la susceptibilidad al mal de altura es inversamente proporcional a la edad del sujeto, probablemente debido a la madurez del sistema nervioso, -así que esperaré a ser un poquito más viejo para llegar a la cima del Cotopaxi-. Ah, también es muy importante mantenerse perfectamente hidratado (beber al menos 4 o 5 L de líquidos diarios) y una dieta variada rica en hidratos de carbono. Y por último respetar estas reglas: “Asciende alto, pero duerme bajo” “bebe antes de tener sed, come antes de tener hambre, abrígate antes de tener frío y descansa antes del agotamiento”


Bueno, el que haya conseguido terminar este post probablemente tenga alguno de los síntomas del mal de altura: dolor de cabeza, agotamiento, trastornos del sueño… Tienen toda la razón, vayan a hidratarse y tómense una copilla a mi salud. Se lo agradezco.

lunes, 11 de agosto de 2008

Quito: Luz de Independencia

Quito: Luz de Independencia, del blog Desde el Ombligo del Mundo

Este fin de semana se ha celebrado en Quito los 199 años desde su independencia. El 10 de Agosto de 1809 fue el inicio del proceso libertario de Quito y luego de esa emancipación, muchos otros lugares colonizados de la región siguieron su ejemplo. A pesar de que antes, en otros lugares como Bolivia ya habían existido revueltas contra el colonialismo, en esta fecha, Quito instala por primera vez su propia junta soberana. Los quiteños han celebrado por tanto aquellos primeros vientos de libertad y el orgullo de servir de veleta y rumbo para que otros lugares hispanoaméricanos respiraran esos nuevos aires libertarios.

Celebrándose la independencia de la colonización española podría pensar que si alguien me identificase como español, podría tener problemas, ya saben... Sin embargo, en la ciudad jamás me lo han recriminado y nos tratan con un gran cariño. Caso distinto, en algunas comunidades de los Andes ecuatorianos. Donde los indígenas, cuando conocían mi procedencia española, no tenían temor en ocultar cierto rencor hacia nuestra cultura. Y es que, aunque podría decir que aquellos antepasados son más suyos que míos, no podía dejar de ser cuestionado debido a la dolorosa colonización que nuestro país realizó en los años postreros de las llegadas de Colón a América. Despojando de recursos, vidas y culturas e imponiendo un modo de vivir absolutamente diferente. Y encima, quedándonos luego con bien poco. Ya que como relata Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, España sólo se quedaba con el 5-10% del oro que llegaba a la península ya que el resto se lo llevaban los mercaderes flamencos, ingleses, etc. Pero en fin, este es un tema largo a tratar para otro día.

Para celebrar este fecha, durante el fin de semana Quito se ha llenado de conciertos. Los museos, iglesias y lugares de interés se han abierto para todo el mundo por lo que el casco histórico se ha llenado de gente y en sus puertas aparecían grandes colas. Lo cierto es que las entradas suelen ser muy baratas, pero al ser gratis muchísima gente de clase baja se ha lanzado estos dos días a descubrir las bellezas culturales de su ciudad. Esta iniciativa me ha parecido excelente.

El casco histórico de Quito es patrimonio histórico de la humanidad. Su gran belleza reside en su esplendorosa arquitectura colonial tan bien conservada. Pasear por sus calles es contemplar un hervidero de gente, de contrastes y de olores. Muchas personas pasean sin rumbo y otras muchas se buscan la vida mediante el comercio en la calle. Limpiadores de botas, mimos, vendedores de jugos, de pinzas, de bolígrafos, de inciensos… Todo vale si es posible llamar la atención del transeúnte y ganar unos centavos. Incluso una señora tenía una báscula en la calle y cobraba diez centavos porque la gente se pesase. He de decir que en un principio la miré bastante escéptico por su método elegido, aunque a decir verdad, luego me arrepentí de no haberme pesado para comprobar qué secuelas me había dejado mi batalla con Moctezuma.

Destaca también la presencia en la calle de muchos niños. Pero sobre todo muchos niños trabajando. Especialmente limpiando zapatos o vendiendo chicles y caramelos. Es algo indignante. Naturalmente, sus familias vienen de una procedencia muy pobre y cuyos medios de vida son duros y poco rentables, pero sin embargo, el hecho de que estos niños trabajen en la calle desde los cinco, seis años suele tener otras raíces de origen, además de la pobreza. Y es que los niños son una atractiva fuente de ingresos para las familias. Muchos extranjeros ofrecen su caridad debido a la piedad que siente al verlos. Una caridad horrorosa que sólo beneficia la conciencia del que da algo mínimo que le sobra y que, debido al éxito de la iniciativa, ayuda a mantenerles en la calle. Es de resaltar, porqué tan poca gente se para a hablar con ellos y a preguntarles algo sobre sus vidas. Sólo se siente compasión al verlos y se asume que la pobreza les lleva a estar allí.

Muchas cosas podrían describirse. Sin embargo, creo que las imágenes pueden esta vez sustituir mejor a las palabras y así poder sentir la belleza de esta ciudad, hoy luz de independencia. Ya habrá tiempo de hablar de sus claros y sombras.

Que viva Quito… ¡que VIVA!


viernes, 8 de agosto de 2008

La vengaza de Moctezuma

La vengaza de Moctezuma, del blog Desde el Ombligo del Mundo

No,tranquilos. El imperio azteca nunca llegó a Ecuador... Pero quizá los indígenas ecuatorianos solicitaron ayuda a Moctezuma para vengarse de este español recién llegado, cuyos antepasados colonizaron y sometieron sus tierras.

"La venganza de Moctezuma" es un término mexicano que he aprendido estos días y bien aprendido. Para los que no lo conocieran es un término coloquial para referirse a padecimientos diarreicos causados a los turistas provenientes de otros países, mayoritariamente desarrollados, que visitan México.

Moctezuma tomó Vendetta el viernes, vengándose de mi hasta el día de hoy.

Lo cierto, es que hay que tener cuidado y respeto a la alimentación cuando se viene por aquí. Puedes tener suerte y no pase nada, o si no, te deja como a mi. Que casi no me podía mover en todo el fin de semana.

Recuerdo cuando llegamos la primera vez a Quito, estábamos muy alertados. Quizá a veces demasiado. Pero esta vez olvidé alguna de las precauciones. Por ejemplo, no lavarme los dientes con agua mineral los primeros días, no beber jugos hasta un cierto tiempo, no comer en lo posible alimentos que vendan en la calle... Me han añadido una advertencia muy interesante. No comer carne los primeros días, ya que al estar a casi tres mil metros, la altura hace que las digestiones cuesten más. Claro, yo me metí un buen filetito el viernes y efectivamente no conseguió llegar a su destino. Upps...

En fin, seamos positivos, no hay nada para lucir cuerpito y bajar un par de kilitos que un fin de semana como éste. Ahora luzco una figura impecable. ¿Donde están esas cervezas pucelanas que mi barriguita tan bien conservaba?... Ay madre, cómo se echa de menos España los primeros días...

lunes, 4 de agosto de 2008

Primeras sensaciones

Primeras sensaciones, del blog Desde el ombligo del Mundo

Después de once horas de vuelo, el avión está cruzando por el corredor andino ecuatoriano y llegando a Quito. Son las seis de la mañana, está despejado y mientras avanzamos vamos dejando la increíble visión de los grandes volcanes quiteños. Un cinturón de fuego formado por grandes colosos cuyas cimas nevadas agrandan mis ojos somnolientos.

Aterrizamos. El corazón me latía con fuerza cuando una vez cruzado el último control de maletas, salgo a la recepción del aeropuerto de Quito. Allí se abría una fila, donde a los lados y separados por vallas, habría decenas y decenas de ecuatorianos esperando a los seres queridos que venían de España. Mi nerviosismo aumentaba paseando con mis maletas por aquella fila mientras se oían los gritos de la gente. Volvía a Quito después de cuatro meses. Todos los recuerdos de mi primera llegada se me venían a la mente. Era agradable que al aterrizar me encontrara a caras amigas que me esperaran para recibirme así que buscaba y buscaba a mis amigos españoles con los que había quedado. Terminé la fila, salí a la calle… ¿Dónde estarán?... Espero, veo todos los reencuentros de la gente, busco. No hubiera sido difícil distinguir a alguno de mis amigos ya que, con todo el respeto y el cariño al pueblo ecuatoriano, los quiteños no fueron bendecidos con el don de la altura. Pero en fin, los españoles tampoco lo fuimos con el de la puntualidad. Así que, después de un rato sin saber donde meterme y preguntándome qué habrá pasado, veo por fin dos caras amigas. Ya pensaba que era el patito feo del avión, o quizá lo fuera, pero qué ilusión me hizo reencontrar viejas caras en mi regreso. No tardan en hacerme un breve repaso de la actualidad quiteña.

Dejo las maletas en su casa. Descanso un poco y al ser el jueves, día laborable, salgo en dirección al edificio de las Naciones Unidas para certificar mi llegada. Voy recorriendo las calles. Camino por el parque de la Carolina. Es mediodía y está repleto de gente. Me recuerda a Berlín, donde los parques se convierten en centro neurálgico del ocio. La gente descansa, hace deporte, come, entrena, reza y puedes ver cosas inimaginables que jamás te esperarías contemplar en un parque. Excepto una, un cartel que diiga: “No pisar el césped”. A los lados de la ciudad, se levantan delineando este valle el volcán Pichincha y otras montañas. Cruzo la carretera y veo como siguen muchos serranos vendiendo sus frutas y verduras en los semáforos, o niños haciendo malabares para conseguir unas monedas. Mi instinto se reaviva y mientras ando. sin pensarlo cambio de acera cuando intuyo peligro por donde voy.

Un amigo me dijo una vez que en su primera experiencia en el extranjero le encantaba ver las nuevas cosas que descubría con los ojos entusiasmados de sus compañeros. Es decir, le encantaba disfrutar de como su amigo arquitecto veía los edificios, o como su amigo músico veía a los artistas callejeros, etc. Recordando sus palabras pienso como vería la gente que echo de menos de España lo que yo tengo ante mis ojos.

Durante el trayecto siento un miedo interior. Parece que fue ayer cuando recorría estos caminos y todo me resulta familiar y conocido. Este hecho de no sorprenderme me produce la reacción de comparar mis sensaciones de hoy con las de la primera vez hace diez meses y reflexiono si todo será igual de bueno como aquel entonces, si merecerá la pena haber vuelto cuando ya poco me sorprende, si mi nuevo trabajo a realizar llenará el vacío que produce la distancia insalvable del océano. Me siento sorprendido. En vez de estar más confiado y seguro por conocer todo, me siento con más nervios y miedos. De algún modo, el acto de repetir de nuevo algo entraña una responsabilidad de mejorarlo en la segunda vez. Instintivamente se comparan las sensaciones de hoy y de ayer.

Con el paso del día empiezo a descubrir que hay cosas que han cambiado. Y que el tiempo venidero me va a traer nuevas sensaciones. Veamos, veamos…